Después de comerse el tomate a
mordiscos sonó el teléfono. Era Él devolviéndole la llamada.
- Hola
-dijo Ella, en ese tono neutro que provoca la distancia temporal.
- Hola...
¿me has llamado? – preguntó Él.
“Pregunta absurda donde las
haya”, pensó Ella, “pregunta que no necesita ser contestada.”
- ¿Estás
bien? – preguntó Él - Dime... ¿qué te pasa? No sé, hace como cinco años que no
hablamos... ¿te ha pasado algo?
- ¿Cinco
años? Eso es lo que tú te crees.
Acto seguido Ella colgó el
teléfono y se acurrucó en el sofá. A veces se tarda cinco años en cerrar una
historia. Pero al final, se cierra.
Comamos tomates a mordiscos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario